La visita del Albaicín y del Sacromonte es un lujo al alcance de todos. El Albaicín, Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO desde 1994, es una razón fundamental para venir a la ciudad. Sus Cármenes, o mansiones granadinas de jardines verdes y frescos, siguen siendo un anhelo de príncipes. Los callejones de medina laberínica en contínua pendiente, sus escaleras, así como sus rincones emblemáticos, entre fuentes cantando tanto de día cómo de noche. Sus «obligados» miradores absorven la mente y disipan los relojes en un tic-tac olvidado. Y cómo no, las murallas, aquellas que ya fueron restauradas en la Edad Media y que habían abandonado los Visigodos por viejas, hoy esbeltas y ocres. ¿Cómo no visitar el Albaicín?
La belleza particular de estas, como Granada, ciudades en cuesta y formadas por colinas entrelazadas entre si, reside en gran medida en esos espacios panorámicos que las coronan.
Visita del Albaicín del Sacromonte: Los que se enamoraron del Albayzin, en su momento, se compraron un Carmen, más que una casa o mansión, para ser parte de la belleza de esta ciudad. Otros vinieron y encontraron en la noche de flamenco en el interior de la montaña sagrada: el susodicho frescor del seno de la Cueva. Ambas residencias propias de Granada y sólo de ésta, ambas con las vistas al Valle del Darro, el históricamente conocido como Valparaiso.
Y en las Cuevas del Sacromonte residen las alegrías, las palmas y las noches desveladas de los gitanos, así cómo de los románticos, acompasadas con los artistas de todas las épocas… Cuevas de las entrañas de la tierra, entrañas regocijadas de duende. Frescor subterráneo, sudor del bailaor, canto de la gitana, vida; fiesta; emociones, todo al compás. Zambras de memoria viva: la de nuestros ancestros y probablemente, descubrimiento de nuestros descendientes. Flamenco tan vivo mañana como siempre, tan a flor de piel en este mismo momento como en el siglo XIX…